Situado a unos 4 Km del Parador de Vic-Sau, está en una estrecha franja de tierra alargada rodeada por el Ter. Este fin de semana el pantano de Sau estaba casi lleno, por lo que las vistas desde el monasterio eran más impresionantes si cabe.
A medida que nos íbamos acercando al monasterio las vistas eran más espectaculares y es que está enclavado en una atalaya natural que permitía su aislamiento y fácil defensa. Y este aislamiento y las dificultades que ha sufrido desde su fundación han permitido que se conserve casi sin cambios desde su fundación.
Cuenta la tradición que los condes de Osona tuvieron un hijo que al 3º día de nacer relató a sus padres que en el plazo de un mes moriría. Deseaba que cuando muriera, lo trasladaran en un mulo hasta que éste se parara y, en su honor, edificaran un monasterio. Hoy en día todavía se veneran los restos de este niño en el monasterio.
Sea como fuere, la construcción la inició la vizcondesa Ermetruit de Osona en el 1006 para convertirlo en el monasterio familiar; por entonces toda familia noble que se apreciase debía contribuir a la Iglesia construyendo o manteniendo un convento o monasterio. Se consagró en el año 1053 con la orden de los Benedictinos, pero por entonces la familia ya tenían el título de Condes de Cardona y sus esfuerzos se centrarían en edificar el impresionante castillo y colegiata de Cardona.
En el 1079 pasó a ser el centro gestor de todas las posesiones que el monasterio de Cluny tenía en Cataluña, pero esto no evitó sus problemas económicos y, junto con el despoblamiento de la zona hizo que poco a poco la comunidad de monjes se fuera reduciendo, apenas llegaron a ser 11 los monjes que vivieron en él, luego 6, 4..., pasando de abadía a priorato.
La puntilla la dio el terremoto del 1427 donde se acabó de desplomar el claustro y parte del edificio. Los esfuerzos para reconstruirlo apenas surgieron efecto y en 1573 pasa a manos de los Jesuitas de la iglesia de Belén de Barcelona.
Con la expulsión de los Jesuitas en España termina la vida religiosa del lugar, que pasa a manos particulares. El obispo de Vic se queja amargamente que ya no se celebran misas en la iglesia, que pasa a ser era y posteriormente a vivienda de los caseros del edificio.
El edificio estaba en ruinas hasta que en 1952 comienzan a restaurarlo sus propietarios, la familia Pla de Roda. Desde entonces la labor de investigación y restauración han dado sus frutos; en 1998 se inaugura la restauración del monasterio, ya en manos del Consell Comarcal d'Osona.
Todas estas dificultades han hecho que el edificio que hoy podemos contemplar sea muy parecido al que se edificó en el siglo XI, sin apenas añadidos. El proyecto museográfico ha intentado recrear el ambiente que se vivía entonces, con muebles, cerámicas y herramientas de la época. Una vida muy dura y austera.
Alrededor de lo que era una pequeña capilla se empezó a edificar el monasterio. De la capilla original apenas quedan restos; algunas tumbas antropomorfas y poco más. Junto a la capilla se construyó una sala alargada que servía para cobijar a la comunidad mientras construían el convento. La iglesia se agrandó con 3 naves con una planta casi cuadrada, donde apenas sobresalen los 3 ábsides. Es tan grande la iglesia como el resto de cenobio.
Nada queda de la decoración original de la iglesia, solo sus muros desnudos, pero una maqueta nos permite hacernos una idea de como podría haber sido originalmente.
Aquella sala alargada que se construyó al principio se integró en el monasterio mediante el claustro y durante su existencia hizo de dormitorio de los monjes, de sala capitular y escriptorium. Del claustro se conservan parte de las columnas originales (reconstruidas, ya que el tiempo se cebó sobre todo con esta parte del edificio), y parte de la reconstrucción efectuada tras el terremoto del siglo XV. Junto a él, el refectorio, la cocina y la bodega son las demás salas del monasterio original.
La torre del campanario hace de escalera hacia el 2º piso donde estaban las dependencias del prior, la única sala de todo el complejo que se ha visto transformada durante la vida del propio convento.
El hospicio y el horno son dos de los edificios anexos de la época que se pueden contemplar durante la visita del monumento.
Y ya que estamos en la zona, merece la pena visitar la capilla de Sant Feliu de Savassona y su entorno con sus inquientantes restos megalíticos (está de camino al monasterios, hay que estar atentos porque no está muy bien señalado).
Recomiendo parar un momento en Tavèrnoles y ver su iglesia románica, contemporánea a Sant Pere de Casserres. Nosotros paramos para comer allí, en el restaurant Colomer; comida de la zona, a buen precio y estaba lleno de gente de allí.
Y ya que estamos en la zona, merece la pena visitar la capilla de Sant Feliu de Savassona y su entorno con sus inquientantes restos megalíticos (está de camino al monasterios, hay que estar atentos porque no está muy bien señalado).
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